domingo, 5 de octubre de 2014

DIEGO VELÁZQUEZ EN EL EXILIO LONDINENSE. CUADROS QUE LE FALTAN AL MUSEO DEL PRADO.

El Museo del Prado posee la colección de cuadros más importantes que pintó mi admirado Diego Velázquez. He tenido muchos años para recrearme en ellos y para aprender de cada una de sus pinceladas. Pero hay un Velázquez en el exilio que me es más desconocido y que este mes de agosto he ido dispuesto a recuperar. Me refiero al conjunto de obras que por muy distinto motivo se encuentran en los museos de Londres, la ciudad que se puede decir es la segunda casa del pintor (perdóneme Sevilla), allí donde "casi siempre está nublado, en London Town".

La sala 30 de la National Gallery, donde se encuentran las pinturas de Velázquez.



Tres son los museos londinenses que acogen hasta entre 15 a 19 (según atribuciones) cuadros de nuestro genio: la National GalleryApsley House y la Colección Wallace. El  porqué hay tantos se debe en buena parte a la Guerra de la Independencia, puesto que hasta ese momento Velázquez y la pintura del Siglo de Oro español había pasado desapercibido para los coleccionistas británicos. Dos razones llevaron a ello:
  • Prejuicios religiosos. El anticatolicismo de este país se oponía a un tipo de pintura religiosa como la española.
  • Prejuicios estéticos. Los británicos preferían el estilo clásico y refinado de los artistas italianos y franceses y no les gustaba nada la falta de idealismo en la representación de las figuras de las obras españolas ni el tenebrismo.
Apsley House. Gallería Waterloo.



La Guerra que el duque de Wellington desarrolló en España contra los franceses entre 1808-13 puso a muchos ingleses en el conocimiento de nuestra tierra y de nuestros artistas, dándoles también la oportunidad, junto con los franceses, de enajenar muchas obras. Es el caso de cerca de las 90 que se llevó Wellington en la batalla de Vitoria (1813) del equipaje que abandonó el rey José Bonaparte. Éste había seleccionado un conjunto de cuadros de pequeño y mediano formato de la colección de la monarquía española y se los llevaba en su retira para Francia. Al acabar la guerra Fernando VII, el nuevo rey, no quiso recuperarlos y se los regaló al duque, siendo el nucleo de la colección de Apsley House. Entre los cuadros expoliados se encontraban cinco de Velázquez. Junto al camino conocido emprendido por éstas obras expoliadas por el rey José, tenemos el caso de otras muchas de las que se desconoce, pero se sospecha, cómo pasaron a manos de coleccionistas británicos a lo largo del siglo XIX.

Wallace Collection.



Os he hecho una presentación con las obras de Velázquez que se pueden contemplar en estos tres museos. Debajo ofrezco la lista y su orden cronológico. A continuación valoraré las que considero imprescindibles para completar nuestra colección del museo del Prado ¿Serían los ingleses tan amables de devolvérnoslas? Please.


Lista de obras de Velázquez en Londres.

San Juan Evangelista en la isla de Patmos. c. 1618, National Gallery.
Inmaculada Concepción. c. 1618-19, National Gallery.
Cristo en casa de Marta y María. c. 1618, National Gallery.
Dos hombres jóvenes comiendo en una mesa humilde. c. 1618-20, Apsley House.
El aguador de Sevilla. c. 1619, Apsley House.
Cristo atado a la columna contemplado por el alma cristiana. 1628-29, National Gallery.
Retrato de Felipe IV en marrón y plata. c.1631-32, National Gallery.
El príncipe Baltasar Carlos en plata. c. 1633, Wallace Collection.
Cacería de ciervos de Felipe IV.  Atribuido c.1634, National Gallery.
Retrato de hombre (¿José Nieto?). c. 1635-45, Apsley House.
Retrato de Francisco de Quevedo. c.1638. Copia de taller, Apsley House.
Retrato del príncipe Baltasar Carlos en negro y plata. Atribuido c. 1640, Wallace Collection.
El príncipe Baltasar Carlos en clase de equitación. Atribuido 1640, Wallace Collection.
Retrato del arzobispo Fernando de Valdés. c. 1640, National Gallery.
Retrato de la dama del abanico. c. 1640, Wallace Collection.
Retrato del Papa  Inocencio X, busto. c. 1650, Apsley House.
La Venus del espejo. c. 1647-1651, National Gallery.
Retrato de Felipe IV. c. 1656, National Gallery.
Retrato de la Infanta Margarita. Atribuido c. 1656, Wallace Collection.

Valoración de las obras de más mérito. Cuadros que me llevaría al museo del Prado.

Con Velázquez, la pintura barroca supera paulatinamente las técnicas y los recursos plásticos utilizados hasta entonces -perspectiva lineal, dibujo- en una revolución en la que la realidad se presenta como un todo a través de la luz y el color.

Cristo en casa de Marta y María. c. 1618, National Gallery. Detalle del sobrio bodegón de la mesa.




En su primera etapa de formación en Sevilla y con apenas veinte años, trabaja como todos los pintores para los conventos de la ciudad como el de los carmelitas calzados para el que realiza La Inmaculada Concepción y elSan Juanque se encuentran en la National Gallery. Pese a ser estos dos cuadros de valía, no dejan de ser temas religiosos demasiado comunes en los que se nota que el artista no se siente muy cómodo al repetir estereotipos.  Otra cosa distinta se manifiesta en los cuadros ambientados en estancias oscuras donde el potente foco de luz destaca a las personas y a los objetos cotidianos, entre el costumbrismo y el bodegón. La influencia de Caravaggio en el uso técnico del tenebrismo y la calidad con la que transforma lo vulgar en algo excelso y meritorio de ser pintado le muestran ya como un gran maestro. Se sabe que algunos de estos cuadros Velázquez los trajo consigo a Madrid en 1623, por lo que nos demuestra que no fueron pintados por encargo, sino por recrearse el pintor  en su maestría. La Apsley House (AH) y la National Gallery (NG) poseen tres cuadros excepcionales de este momento, entre 1618 y 1620. Se tratan de Dos jóvenes comiendo (AH), El aguador de Sevilla (AH) y Cristo en casa de Marta y María (NG).

El aguador de Sevilla. c. 1619, Apsley House.




Me  llevaría los tres para el Museo del Prado, aunque si finalmente me tuviera que decidir sólo por uno para no dejar a Londres sin muestra, mi elección sería, sin duda, El Aguador de Sevilla,  la obra cumbre de esta etapa. Posee una atmósfera táctil que dan ganas de tocarlo para cerciorarse de que estamos ante un cuadro y no ante unas tinajas reales que rezuman gotitas de "sudor". La copa de agua cristalina esta hecha de luz. La serenidad que transmite la composición tampoco deja de impresionarme.



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De su segunda etapa madrileña (1631-1649), en los años que median entre sus dos viajes a Italia, hay buena cantidad de retratos de Felipe IV y su heredero en aquel momento, el príncipe Baltasar Carlos. También hay retratos de particulares. Aquí, dejadme elegir dos porque son tan especiales que no podría esta vez deshacer de uno de ellos. Mi selección recaería en el retrato de Felipe IV de marrón y plata de la National Gallery y en el retrato de una dama anónima conocido como la Dama del abanico de la Colección Wallace.

Felipe IV de marrón y plata, 1631. Detalle. National Gallery.




Del primero, Felipe IV de marrón y plata, destacaría como el pintor ha buscado captar dignidad en la figura del rey.  No se trata de idealizarle, eso no se aprecia, porque reconocemos a un Felipe IV de rasgos poco bellos que otro pintor hubiera idealizado como recurso de adulación cortesana; sino de un cuadro donde Velázquez busca expresar afecto por el retratado. Técnicamente también es notable, puesto que en cuanto nos acercamos descubrimos cómo ese traje de brocado, aparentemente tan primoroso, se deshace en cientos de pinceladas abstractas y deshilachadas.

La dama del abanico. c. 1640, Wallace Collection.




Del segundo, La dama del abanico, me gusta la sensualidad que transmite la mirada y el escote de la dama, que contrasta con la imagen del rosario de oro con la cruz y la cinta azul con una medalla que cuelgan de la muñeca izquierda. Los guantes blancos y su pecho actúan de potentes fogonazos que nos guían la mirada para recibir a la vez el influjo piadoso y sensual. La pincelada rápida es otro rasgo de modernidad de la obra que busca crear impresiones más que la verosimilitud de los objetos.

La venus del espejo. c. 1647-1651, National Gallery.



Y finalmente, me quedaría con La Venus del espejo de la National Gallery. Este desnudo femenino pudo ser pintado en su segundo viaje a Italia, aunque bien pudo hacerlo unos pocos años antes de partir. Para el caso es lo mismo, porque además de ser insólito por su temática en la España de su tiempo, lo es porque el genio de Velázquez supera la frialdad de los desnudos clásicos creando una fina atmósfera ambiental sobre la piel de la mujer en la que palpita un cuerpo  de carne y hueso muy sensual que de nuevo busca el contraste con el rostro vulgar reflejado en el espejo. El rojo de las cortinas y los contrastes entre el blanco de plata y el gris-malva de las sábanas son otro placer para la vista.

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